Por Ramona Carreras González
Corría el año 1976, éramos novios ya cinco años y teníamos ganas de casarnos. Antes no era como ahora, para viajar tenías que pasar por vicaría, y mucho menos compartir habitación con tu pareja.
Mi Santiago y yo nos propusimos hacer el viaje de novios, y lo teníamos difícil. Habíamos fijado fecha de Boda para el día 6 de Enero de 1.977, y había que coger dinero como fuera.
Mi marido era mecánico, yo administrativa, pero ambos sueldos teníamos que entregarlos íntegros en nuestras familias, porque hacía falta.
Manera de poder ahorrar un poquito para conseguir nuestro ansíado Viaje de Novios, fue el siguiente:
Mi marido consiguió un bajo deshabitado frente a su casa, y allí reparaba motos, bicis, y algún coche. El trabajaba en un concesionario y lógicamente cumplía su horario de trabajo, pero la noche podía disponer de ella.
Yo cuando venía de la oficina donde trabajaba, en un Mayorista de Alimentación, me agencié una máquina de coger puntos de medias, y con mucha paciencia me las apañaba. Cobraba como mucho cinco pesetas, pero ahí me daban las tantas de la madrugada. Y como decía mi madre, entre la noche y el día no había pared, yo me lo tomé al pie de la letra.
Pues así con mucho esfuerzo conseguimos reunir catorce mil pesetas, que nos costaba el viaje a Las Palmas de Gran Canaria, y estancia en un sencillo Hotel, de la Playa de las Canteras.
Antes todo costaba mucho esfuerzo, pero se valoraba doblemente. Conseguimos sacar nuestro viaje, aunque cuando llegamos no teníamos un duro para gastar.
Al llegar al hotel, la agencia de viajes nos hizo una reunión para sortear recorridos por la isla, y una fiesta nocturna. Eso nos salvó, pues tuvimos la suerte de ser los agraciados, aunque cuando nos nombraron no nos enteramos, ya que dijeron: Los Señores López-Carreras, y nosotros recién casados, no estábamos acostumbrados a escuchar nuestros apellidos juntos. Al fin llevamos la sorpresa y para nosotros fue el broche de nuestro sencilla pero esperada boda.
Después siguieron multitud de viajes, pues a los dos nos encantaba coger cuatro cosas en la maleta y salir. Hasta que el destino nos jugó una mala pasada y arrebató la vida a mi marido, pero eso solo fue físicamente, pues sigue estando en mí alma y en mis recuerdos.
Viajar es lo más bonito que existe. Cuando estoy un poco nostálgica, echo mano a los recuerdos de mis viajes y sonrío.