Vivir es sentir

Por Antonia María Galán

Era una tarde algo calurosa del mes de mayo y Teresa ya no quería esperar más para visitar a su amiga Lucia, la echaba de menos y sentía la necesidad de verla y de abrazarla. Lucia había sufrido un accidente hacía varias semanas y aunque había sufrido varias heridas, ahora estaba en un periodo de rehabilitación duro, si quería volver a ser ella.

Cuando Teresa vio a su amiga en el salón sentada en una silla de ruedas, no pudo reprimir que se le soltara alguna lágrima, aunque lo disimuló muy bien diciendo que eran lágrimas de alegría.  Lucia, que la conocía muy bien, ya que eran amigas desde la infancia, rápidamente se percató de ello y comenzó a recordar los maravillosos viajes y excursiones que habían realizado juntas en los últimos años.

Lucia, con una entereza increíble fue la que consoló a Teresa diciéndole que lo que mas le motivaba para seguir luchando cada día, era el recuperar las fuerzas para volver a viajar, para sentir la vida, en definitiva, para vivir. Puedes estar viva, pero no vivir, le decía, ya que solo vives si eres capaz de sentir lo que ves. Cuando viajas y ves otras culturas, otras gentes, empatizas con ellos y te involucras en su cultura, entorno y gente, es cuando realmente sientes que estás viva, que formas parte del todo. El mundo es muy grande como para intentar no moverte. Si te gusta el mar CONOCELO, VIVELO. Si te gusta la montaña VE A POR ELLA. Si te gusta viajar HAZLO.

Cuando Teresa salió de la casa de su amiga, se sintió con mas fuerza que nunca. Era curioso como en vez de levantar el ánimo ella, fue su amiga la que lo hizo y la que le animó, prometiéndose que retomarían los viajes programados y que no habían podido hacer hasta ese momento.

Es cierto, pensó, que la vida es maravillosa. Hay penas, momentos afligidos y dolor, pero nada es insuperable.  Todo es cuestión de tiempo, y eso a veces es lo que nos hace perderlo.  No significa que tengas que vivir alocadamente como si se te acabara el mundo. No, no es eso. Es disfrutar cada momento como si ese instante ya fuera irrepetible, porque lo es.

No habían transcurrido tres meses, cuando Lucia y Teresa se embarcaron en un nuevo viaje. Esta vez decidieron hacer el camino de Santiago desde Bayona, el camino portugués, para darle las gracias al apóstol de su recuperación. Una vez más, Lucia y Teresa estaban felices, veían el mar, sentían los bosques y su gente, pero sobre todo sentían LA VIDA. 

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